El utilizo de la corteza de alcornoque remonta a los Romanos, que sellaban con corchos sus ánforas, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando floreció en las regiones Mediterráneas una verdadera industria corcho-taponera.
Desde entonces hasta nuestros días, las prácticas del descorche no han variado. El corcho es sacado del alcornoque, apilado y transportado siguiendo las mismas técnicas que hace siglos, y las diferentes especializaciones de los trabajadores (corcheros) han permanecido inalteradas hasta la actualidad.
Gracias a la industria corchera los bosques de alcornoques han sobrevivido a la destrucción y acoso que siempre el hombre ha ejercido sobre los ecosistemas forestales. El hecho que se extraiga la corteza del árbol y que este no sea talado para su transformación, como ocurre a los pinos y eucaliptos, es la mejor garantía de supervivencia para los alcornocales que todavía cubren parte de la geografía de la Península Ibérica.
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