Cristal of my Life

La Mallorquina de la Puerta del Sol



La Mallorquina es una pastelería-cafetería ubicada en el centro de Madrid, en plena Puerta del Sol. Es famosa la pastelería por ofrecer bollería típica de Madrid desde 1894. Sus inicios como tienda y café de tertulia devinieron con el tiempo en cafetería y salón de té con tienda de pastelería. Su posición en la plaza (en una de sus esquinas occidentales al comienzo de la calle Mayor) hace que sea un punto de paso estratégico. En la actualidad sus tres escaparates muestran las variedades reposteras de la culinaria madrileña.

A mediados del siglo XIX (justo antes de la gran reforma de la Puerta del Sol) ya existía en el local que ocupa hoy la pastelería un café y salón de té propiedad de Garin. La Mallorquina existía en la calle jacometrezo (número cuatro), muy cercana a la Red de San Luis. La empresa estaba formada inicialmente por los empresarios Balaguer, Coll y Ripoll tomaron las riendas del negocio de Garín. Tras la Gran reforma de la Puerta del Sol la tienda se traslada de Jacometrezo a la Calle Mayor.
Su inauguración en la calle Mayor se realiza en 1894. El nombre del establecimiento proviene del origen balear del fundador: Juan Ripoll. Allí puso una tienda de pasteles (principalmente ensaimadas), fiambres y botellas con un salón interior para que los contertulios tomaran chocolate, café, cerveza, etc. Las ensaimadas mallorquinas fueron muy populares en aquella época, tomadas con chocolate. Sus camareros iban vestidos de frac y hablaban frances. Los helados no se servían en copa como era corriente, sino en platillos de cristal con forma de concha con un bollito mallorquín. Balaguer, Coll y Ripoll trajeron a la cocina madrileña dos productos mallorquines como eran la sobrasada y la ensaimada. En la tienda se podían adquirir estos productos junto con el jamón dulce y el huevo hilado.

A comienzos de siglo acudían a los salones de la Malloquina las familias más ilustres de la época.
En la Mallorquina tomaban a menudo sus refrigerios vespertinos persoanajes como Francisco Silvela y Raimundo Fernández Villaverde. Con el tiempo los salones se hicieron populares y las elegancias de los inicios se acabaron convirtiendo en la asistencia de transeúntes de la calle. Las tertulias pronto acudirían a los salones de La Mallorquina, una de las tertulias más importantes y aficionada a departir de libros, ediciones raras, objetos de arte, etc. Sus componentes eran: don Adolfo Bonilla y San Martín, don Aureliano de Beruete y Moret, Julio Puyol y Alonso y Elías Tormo. Todos ellos acudían de noche, en horas tranquilas y escribían sus bromas literarias bajo la firma colectiva: El Bachiller Alonso de San Martín. Gracias a la presencia de estas tertulias literarias la Mallorquina era un centro de cultura, un cenáculo, una academia en los primeros años del siglo XX antes de la guerra civil.
La familia de Ripoll finalmente vendió el negocio de la tienda durante la guerra civil a sus actuales propietarios. A comienzos de siglo trabajó en sus cocinas como confitero aragonés Teodoro Bardají Mas durante casi tres años

El establecimiento posee dos entradas desde la calle: Puerta del Sol, nº 8 (frente a la boca de metro) y otra a la Calle Mayor, nº2. Posee dos plantas, en la inferior se puede comprar diversos bollos y pasteles típicos de la cocina madrileña así como caramelos y dulces diversos: entre ellos las famosas violetas. En un lateral existe una cafetería en la que se sirven cafés, chocolate con churros, sándwich mixtos, etc. en la parte superior existe un salón desde donde puede divisarse toda la Puerta del Sol. En 1889 la revista «El diario del gourmet» recorre los establecimientos madrileños y va enumerando las especialidades remarcables de cada sitio, al llegar a la Mallorquina menciona los helados.