El nombre antiguo de la villa es Uxue, y así aparece en su grafía oficial tanto en el sello o cuño del Ayuntamiento como de la Parroquia hasta finales del siglo XIX.
En la documentación medieval la palabra predominante para mencionar al pueblo es Ussue o Uxue. Durante los siglos IX y X la villa aparece a veces con el nombre de Santa María mencionando al lugar como fortaleza fronteriza de montaña. Entre los siglos XII y XVI a veces se le menciona como Santa María de Uxue o Dusue.
A partir del primer tercio del siglo XVIII la población comienza a aparecer en los archivos con la grafía actual, Ujué, aunque el nombre de Uxue es predominante en la documentación manuscrita hasta mediados del siglo XIX. Y tal como queda dicho, en los cuños hasta comienzos del XX
Existe una conocida etimología popular recogida por el Padre Moret y posteriormente por Arturo Campión que hace derivar el nombre de la villa de usoaeuskera) (ver Leyenda de la Virgen de Uxue). (paloma en
Los etimologistas no están en general de acuerdo con esta versión. Campión creía que el nombre del pueblo provenía de la palabra vasca huts (vacío) y que había precedido a la famosa leyenda. José María Jimeno Jurío pensaba que provenía del vasco euntze (prado) y Zubiaur de ''huntz (hiedra). Otros han pensado en un origen latino del topónimo, basado en puteum(pozo). Patxi Salaberri Zaratiegi o Mikel Belasko lo consideran en cualquier caso un topónimo de origen dudoso.
Su gentilicio es ujuetarros y ujuetarras aplicable al masculino y femenino respectivamente. Además popularmente se les conoce con el mote de modrollerosujerachos. y algunos también les denominan
La primera constancia escrita del lugar aparece bajo el nombre de Santa María de Uxue a finales del siglo VIII o principios del IX, cuando Íñigo Arista erigió el primitivo castillo-fortaleza, como una avanzadilla de su reino contra el Islam que se extendía por la Ribera.
Uno de los primeros relatos sobre Ujué proviene de Al-Himyarí, quien habla de los castillos fortificados que formaban el sistema de defensa del Reino de Pamplona. En su crónica escribe:
Durante los siglos IX y X aparece con el nombre de Santa María y como fortaleza fronteriza de montaña. En los siglos IX, X y XI se recogen los topónimos de Ussue y ya en el siglo XII se escribe Santa María de Uxua.
La fortaleza, y el poblado surgido a su entorno, se constituye en villa hacia el año 1076. Desde dicho año Ujué estuvo bajo los auspicios de Sancho Ramírez, el primer rey de Navarra y Aragón, quién fundó la iglesia de Santa María, según un documento de donación fechado en el año 1089 y se amplían las dependencias del castillo. Así mismo, el rey le concede fueros, por los que se estipula que
Alfonso el Batallador conquista los reinos de Tudela y Zaragoza treinta años más tarde y, ante la falta de acoso musulmana, Ujué entra en decadencia y muchos de sus vecinos emigran hacia la llanura.
La entronización en Navarra los reyes de la Casa de Évreux hace que Ujué vuelva a recuperar su importancia, pues los reyes Carlos II el Malo y su hijo Carlos III el Noble manifestaron su predilección por el santuario de Ujué.
Aunque se repite hasta la saciedad que Carlos II mandó erigir la iglesia gótica, nuevos estudios hacen suponer que ya estaba en pie cuando comenzó su reinado. Obra probada de Carlos II es la construcción en Uxue de un Estudio General o universidad, iniciándose las obras que se abandonarían años más tarde por falta de recursos económicos. Se dice que ordenó hacer el revestimiento de plata de la imagen de la Virgen aunque la imagen tiene trabajos de orfebrería anteriores a esta época. Pese a que el rey Carlos II de Navarra pasó a la historia con el sobrenombre de "el Malo", amó Ujué y a su Virgen, a la que donó su corazón, conservado en la actualidad en una arqueta en la cabecera de la iglesia.
Carlos III el Noble organizó frecuentes peregrinaciones al Santuario de Ujué, desde su corte de Olite. Esta costumbre la mantuvo su hija, la reina Blanca de Navarra, quien al morir, ordena en su testamento ser enterrada en la iglesia de Ujué. Esta disposición testamentaria no se cumplió, probablemente por las guerras civiles que por aquellos años ensangrentaban el Reino de Navarra, y Doña Blanca quedó enterrada en Santa María la Real de Nieva, donde falleció.
Doña Leonor, hermana de doña Blanca, interviene para frenar la decadencia de Ujué, tras su segregación de Pitillas. Organiza varias peregrinaciones al Santuario y libera de impuestos a todos los vecinos de la villa. En 1482 se inicia un nuevo resurgir de Ujué.
Tras la Conquista de Navarra por parte de la Corona de Castilla se produce un aumento de la población de Ujué. El Cardenal Cisneros dio orden de derribo de la fortaleza, orden que no se cumplió en cuanto a la Iglesia con sus dos torres almenadas y la casa parroquial o palacio de Carlos II. Son lo único que se conserva en la actualidad tal y como estaban antes de la conquista.El resto de edificaciones sí que quedaron desmochadas.
En lo más alto del pueblo,se encuentra unos terrenos bastante amplios denominados Castillazo.
Ahí es donde se levantaba la zona eminentemente militar.Dentro de esos terrenos y en la zona junto a la Iglesia es donde se encuentran las ruinas del edificio de la universidad de Carlos II, un aljibe en lo que pudo ser el patio de armas y los cimientos de un gran torreón que fue demolido.
A partir del siglo XVI la piedras de los edificios demolidos del Castillazo fueron empleadas en diversas edificaciones anexas a la Iglesia y en la construcción de muchas casas del vecindario.
Hacia 1533 Ujué contaba con una población estable que crece ligeramente hasta finales del siglo XVIII, en el que se derriban sus murallas, y ya tiene 170 casas habitadas. A finales del siglo XIV el papa Clemente VII ordena que la iglesia de Ujué sea reintegrada al obispado de Pamplona.
El Santuario de Ujué fue atendido por clérigos de la Orden de San Agustín hasta el siglo XIII en que pasó a manos de clérigos seculares. De aquí procede que los párrocos de Ujué sean llamados Priores, por justo título concedido por el Papa Pío V. El priorato de Ujué fue polémico. En 1570, Felipe II concede a la catedral de Barbastro los prioratos de Larraga, Funes y Ujué, provocando las protestas de los ujuetarras. Felipe V reconduce la situación y decreta los derechos de los solicitantes.
En 1711 se quiso dejar sin efecto el privilegio de doña Leonor, intentando obligar a la Villa de Ujué a pagar sus antiguas pechas al estar en bancarrota la Hacienda Real, tras la Guerra de Sucesión. Dado que los habitantes de Ujué habían tomado partido por Felipe V, éste expide una real cédula firmada en el Buen Retiro y fechada en 20 de noviembre de 1712 "ordenando al Tribunal de la Cámara de Comptos el sobreseimiento de los embargos a la villa de Uxue".
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